Verde selva en el Caribe esmeralda



El mar es color esmeralda en el archipiélago Bocas del Toro, en Panamá. Es que a sólo 6 horas de la capital panameña, todavía es posible encontrar un rosario de islas vírgenes y selváticas, habitadas solamente por aves y mariposas. Antigua tierra de piratas y corsarios, este refugio natural hoy recibe en algunas islas a turistas privilegiados que llegan primero al pueblo Bocas del Toro, vecino al puerto. Con aires de los años 40, muchas casas y hoteles fueron construidos en madera y conservan sus balcones desbordantes de flores coloridas.




Luego de navegar entre las islas Popa y Cristóbal, se llega a la isla Colón. Al recorrer la ruta que se extiende por la costa este, se llega a Big Creek y Punta Puss Head, verdaderas piscinas naturales, y también a Playa Paunch, con grandes olas y corrientes fuertes que atraen a los surfistas. Cerca de La Coralina B&B hay una zona ideal para la práctica de snorkel, mientras que en Punta Bluff -o Bluff a secas, tal como se conoce a la playa Larga- las arenas se tornan de un intenso brillo dorado y es el lugar elegido por las tortugas para anidar entre mayo y setiembre. En cambio, en el otro extremo del pueblo Bocas del Toro se encuentra Bocas del Drago, con senderos en la selva y playas remotas y vírgenes, que invitan a nadar para apreciar de cerca las increíbles formaciones coralinas y los peces de colores. Cercanas, las islas Wreck Rock y Sail Rock proponen recorridos por sus bosques, arroyos y manglares, antes de llegar a las playas paradisíacas. Los frutos de mar, la buena música y la amabilidad de los isleños son otros ingredientes de este rincón secreto y exuberante.

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